2 de enero de 2013

Infancia feliz (perdida)

"Por mi parte, recuerdo perfectamente que, como millones de infantes del mundo entero (por cuyo llanto inconsolable me creí yo aquel día también acompañado), me sentí como un 'niño abandonado' cuando me obligaron por primera vez a salir de casa para ir a la escuela: una sensación que, en lo esencial, habría que calificar de acertada, porque esa partida no es más que el prólogo de todas las salidas en busca de la hazaña, en busca del hegeliano reconocimiento, en busca del propio nombre y de la propia identidad, es decir, en busca de la culpa y de la infelicidad. Ya sé lo que los psicoanalistas dirán de esto: complejo de Edipo mal resuelto, rechazo a la castración, apego patológico a las faldas maternas y denegación del padre, instinto de muerte, nostalgia de la vida intrauterina resimbolizada por el 'hogar'; ¿qué pasaría si los niños no abandonasen nunca su hogar para ir a la escuela, al trabajo, etc.? En efecto, nadie haría nunca nada. No habría historia. ¿Qué sería de la humanidad? No habrían existido Alejandro Magno, ni Julio César, ni el papa Borgia, ni Napoleón, ni Hitler, ni Stalin, ni Franco, ni Pol Pot, ni George W. Bush ni Mohamed Atah..., con la cantidad de valor añadido que esta gente ha producido y los placeres que han proporcionado a cientos de miles de personas. Lo que nos habríamos perdido. Hay historia porque los hombres salen de casa, fundamentalmente para ir a la guerra, aunque luego a eso se le llame también ir a la escuela, al trabajo, etc. El niño que consiguiese no abandonar su hogar -cosa que yo, lamentablemente, no conseguí-, no haría historia alguna, pero sería feliz. Su felicidad le parecería a todo el mundo -y los freudianos no serían más que una vocecilla en ese inmenso coro- injusta, inmadura, irresponsable, insolente, etc. Pero como ninguna de las voces de ese inmenso coro está en condiciones de aportar siquiera la menor prueba a favor de que el niño tenga que salir de casa para hacer historia o aún el menor argumento que ligeramente pueda sugerir que es preferible hacer historia que no hacerla, todas esas voces pueden irse al cuerno y dejar al niño en paz."

José Luis Pardo, Nunca fue tan hermosa la basura, págs. 214-215, Círculo de Lectores-Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2010.